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Después de un gran descanso, en el que hubo tiempo de convivir con la familia y reflexionar un poco arrancamos un “Año Nuevo”.
¿Cuántas veces has dicho y deseado a tanta gente “que tengas un feliz año nuevo o un próspero año nuevo?” Pero…¿qué tanto reflexionamos en lo que esto significa?
Y ¿qué tanto utilizamos éste periodo de introspección para verdaderamente hacer algún cambio trascendental en nuestra vida? o nos acomodamos solamente para disfrutar del periodo de descanso y nos conformamos con hacer buenos propósitos para el año nuevo que se quedan siempre en eso, en solo buenos propósitos.
Te has cuestionado ¿cuál es el mejor momento para hacer un cambio importante?
¡Te invito a hacer un ejercicio!
Qué tal si reflexionas sobre ¿Cómo quieres que sea tu vida dentro de 4 años y te das la oportunidad de pensar que en verdad se puede lograr. ¿Cómo imaginas que sería tu vida ideal, digamos dentro de cuatro años? Te hablo de que pienses con detenimiento: ¿cómo te gustaría que fuera una vida de ensueño?. Atrévete a soñar a lo grande y bosqueja una forma de vida como nunca has pensado. Escríbelo con detalle, sin ningún temor; date la oportunidad de no limitarte en nada, recuerda que se trata de delinear tu vida ideal y no tienes límites para pedir cualquier cosa que se te antoje.
¡Ahora imagina que ya la vives! Imagínate que hoy es el 1º de enero del 2017 y que ya tienes varios años viviendo esa vida ideal.
Ahora para completar el ejercicio, valdría la pena hacer un comparativo entre aquella vida de 2013 y la vida que siempre anhelaste y que vives (hipotéticamente) en el 2017 y desde hace un par de años. Haz una lista de las cosas que cambiaron y que, sobre todo, hicieron la diferencia.
Ahora que has hecho ese comparativo habría que pensar en ¿qué cosas realmente hiciste a partir del 2013 para que tu vida mejorara tanto? ¿qué cambiaste para que esto sucediera?
Y para cerrar el ejercicio, reflexiona en que hoy, es justamente enero de 2013, año en que empezaste a generar los cambios que dieron por resultado que lograras esa vida tan anhelada.
Reflexiona en que hoy estás en los primeros días del año en que tu vida cambió importantemente y pregúntate… Si ya tengo la lista de cosas que debo cambiar en mi vida para lograrlo, ¿por qué no empiezo hoy? ¿qué me detiene para empezar con esos cambios? ¡Sólo necesitas decidirlo! Simplemente empezar, ¡Empieza! ¡Sí! ¡Empieza hoy!
Siempre estamos conscientes de lo que nos hacen los demás. Como bien dice la sabiduría popular: «Vemos más la paja en el ojo ajeno, que la viga en el propio».
En mi opinión esto obedece a dos carencias. Por una parte definitivamente hay una dosis de egoísmo, y por la otra, a una falta de conciencia de nuestras acciones o lo que podría llamarse falta de «Atención dividida», como bien dice mi amigo Alfonso Ruíz Soto en sus enseñanzas de «Semiología de la vida cotidiana.
La primera, el consabido egoísmo, que en lo particular, no considero natural, sino adquirido y me recuerda una frase de la sabiduría popular que reza: «Nada se olvida más despacio que una ofensa y nada más rápido que un favor».
Pero ésta reflexión va más enfocada a la segunda, a esa falta de conciencia o de cuidado de nuestras acciones para con los demás. A esa falta de empatía, al no ponernos en los zapatos del otro. Eso me lleva a pensar que de alguna manera tenemos que desarrollar la habilidad de auto-observarnos, porque de otra manera va a ser muy fácil que atropellemos con nuestra acciones y comportamientos a la gente sin siquiera percatarnos.
Algo que debemos intentar reiteradamente es mantener nuestra atención dividida entre el «Yo» (lo que ocurre internamente) y el «Ello» (lo que ocurre externamente) Desafortunadamente es un mal generalizado que fijamos más la atención en lo que ocurre fuera de nosotros, en lugar de dividir esa atención.
Para lograr esto, podríamos hacer un ejercicio que le llaman «el teatro» en donde nos imaginamos que somos parte de una obra, en la que nos piden jugar dos papeles; uno como actor en la obra y otro como espectador, poniendo atención a lo que uno hace como actor para poder cuidar y corregir en dado caso nuestras actitudes. Como bien dicen algunas corrientes modernas: » Estar en el baile y en el balcón».
Por eso son tan desafiantes las relaciones humanas; ya se trate una relación de pareja, de padres a hijos o viceversa, de amistad, con socios o familiares. En cualquier relación que implique profundizar un poco y en la que haya que interactuar con otra persona.
Uno de los problemas más frecuentes en las relaciones humanas, es que estamos más pendientes de las acciones del otro, que de las nuestras. Es fácil llevar la cuenta de las cosas que «nos hacen», pero difícilmente notamos lo que hacemos nosotros.
Yo me pregunto: ¿Por qué no hacerlo al revés? Estar más pendiente de ser impecable con nuestras acciones y tener más empatía con las acciones de los demás. Esto no significa que permitamos que nos falten al respeto o nos den un trato que no sea adecuado, pero algo que es un ley de vida es que: «Lo semejante produce lo semejante». Y si partimos de la base de cuidar nuestras acciones, al grado de ser impecables, difícilmente la gente reaccionará desfavorablemente hacia nosotros.
Estoy convencido de que de cualquier cosa, por insignificante que parezca, podemos recibir una enseñanza y que el Universo no nos premia ni nos castiga, sino que solamente nos devuelve el nivel de vibración que emitimos hacia él.
Si hay algo que me gusta hacer especialmente en la Vida, es caminar en la playa por las tardes, después de una buena comida y ésta reflexión surge de un pensamiento que leí que dice así:
«Es prácticamente imposible caminar en la playa sin dejar tus huellas marcadas en la arena y sin llevarte un poco de la misma adherida a los pies. Con la Vida, ocurre lo mismo. Si nos percatamos de ello, seremos más cuidadosos de nuestras palabras y acciones».
Hace algunos años, cuando pasaba por uno de los momentos más difíciles de mi vida y me encontraba a deshoras en mi oficina debatiéndome en los mares de las dudas existenciales y luchando por no caer en una depresión, sonó el teléfono. Era Nacho Gil, mi jefe en aquel entonces y, además, un buen amigo.
Quizás intuyendo que algo pasaba, porque no acostumbraba yo estar a esa hora en la oficina, me preguntó con su estilo coloquial: “¿qué onda Charlie, estás bien?” El efecto que tuvo su pregunta en ese momento fue algo que jamás voy a olvidar; simplemente me quebré, se me cerro la garganta y las lágrimas comenzaron a rodar sobre mis mejillas.
En ese momento volví a vivir los momentos de mi niñez en los que alguno de mis hermanos, me consolaba porque alguien más grande en la escuela me había golpeado y con toda la seguridad del mundo me decía: “No te preocupes, no te va a volver a tocar; mañana lo va a pagar y entenderá que no se puede meter con mi hermano menor”. Así de equivocadamente se resolvían las cosas en la escuela para varones a la que asistí en la primaria; sin embargo, esa sensación de amparo y protección la llevo a flor de piel.
Mi amigo Nacho apareció minutos después en mi oficina para reconfortarme, me dio un abrazo y me dijo: “¡Animo Charlie!. No te puedes quebrar. Eres el que inspiras ánimo y motivación al grupo. Tú eres como Garrick. Y, platicando sobre mis tribulaciones y con la idea de animarme, me platicó la historia de Garrick, el payaso, que espléndidamente Juan de Dios Peza nos obsequia en sus versos mundialmente conocidos como «Reír llorando» y a la letra, transcribo:
«Viendo a Garrick -actor de la Inglaterra, el pueblo al aplaudirlo le decía: “Eres el más gracioso de la tierra, y más feliz…” y el cómico reía.
Víctimas del esplín, los altos lores en sus noches más negras y pesadas, iban a ver al rey de los actores, y cambiaban su *esplín en carcajadas.
Una vez, ante un médico famoso, llegóse un hombre de mirar sombrío: sufro -le dijo-, un mal tan espantoso como esta palidez del rostro mío.
Nada me causa encanto ni atractivo; no me importan mi nombre ni mi suerte; en un eterno esplín muriendo vivo, y es mi única pasión la de la muerte.
-Viajad y os distraeréis. -¡Tanto he viajado! -Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído! -Que os ame una mujer. -¡Si soy amado! –Un título adquirid. –¡Noble he nacido!
–¿Pobre seréis quizá? –Tengo riquezas. –¿De lisonjas gustáis? –¡Tantas escucho! –¿Qué tenéis de familia? –Mis tristezas. –¿Vais a los cementerios? –Mucho… mucho.
–De vuestra vida actual ¿tenéis testigos? –Sí, mas no dejo que me impongan yugos: yo les llamo a los muertos mis amigos; y les llamo a los vivos, mis verdugos.
Me deja –agrega el médico– perplejo vuestro mal, y no debe acobardaros; tomad hoy por receta este consejo “Sólo viendo a Garrick podréis curaros”. –¿A Garrick? –Sí, a Garrick… La más remisa y austera sociedad le busca ansiosa; todo aquel que lo ve muere de risa. ¡Tiene una gracia artística asombrosa –¿Y a mí me hará reír? –¡Ah! sí, os lo juro; Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?–Así. –dijo el enfermo–, no me curo: ¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.
¡Cuántos hay que, cansados de la vida, enfermos de pesar, muertos de tedio, hacen reír como el actor suicida, sin encontrar para su mal remedio!
¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora! ¡Nadie en lo alegre de la risa fíe, porque en los seres que el dolor devora el alma llora cuando el rostro ríe!
Si se muere la fe, si huye la calma, si sólo abrojos nuestra planta pisa, lanza a la faz la tempestad del alma un relámpago triste: la sonrisa.
El carnaval del mundo engaña tanto, que las vidas son breves mascaradas; aquí aprendemos a reír con llanto, y también a llorar con carcajadas».
Esto me mueve a la reflexión de que muchas veces no reparamos en tanta gente que nos contagia con su ánimo y simplemente nos acostumbramos a ello, sin pensar que quizás como dice el dicho: «Llevan la música por dentro», honrando al máximo la filosofía que reza: «Me encanta caminar en la lluvia, porque la gente no puede ver mis lágrimas»
Por eso a mí me gusta conectar con la gente y jugar póker abierto. Muchas veces me dicen que soy demasiado abierto y que debiese ser más reservado con mis cosas lo cual, la verdad, me cuesta trabajo y generalmente trato de vivir con ánimo y contagiar a la mayor gente posible de esa alegría de vida que aprendí de mi padre. Sin embargo, de vez en vez, me llega a pasar que me apachurro de repente, me abrumo y generalmente basta la sonrisa de alguno de mis hijos o de mi esposa, para simplemente tocar mi alma y cambiar a positivo, y en alguna que otra ocasión, sucede como aquella vez en la que el abrazo y las palabras de aliento de un amigo dejaron una huella imborrable.
*La palabra spleen tiene su origen en el griego splēn. En inglés denota al bazo. El diccionario de la RAE acepta la grafía «esplín» [1]. En francés, spleen representa el estado de melancolía sin causa definida o de angustia vital de una persona. Fue popularizado por el poeta Charles-Pierre Baudelaire (1821-1867) pero había sido utilizado antes, en particular durante la literatura del Romanticismo, a inicios del Siglo XIX. La conexión entre spleen (el bazo) y la melancolía viene de la medicina griega y el concepto de los humores. Los griegos pensaban que el bazo segregaba la bilis negra por todo el cuerpo y esta sustancia se asociaba con la melancolía. Aunque hoy en día se sabe que no es así, la idea permaneció en el lenguaje.
Hace un par de años, escribí una reflexión titulada «Coleccionar encuentros» en la que hablaba de mi afición por coleccionar encuentros, lo cual implica una interacción con personas que de algún modo dejaban un recuerdo y un aprendizaje en nuestra vida, por lo cual los consideraba atesorables.
Hace un par de semanas viví una experiencia que me marcó positivamente, sacudiéndome y haciéndome reflexionar sobre cosas que, sin duda alguna, me impulsan a crecer como individuo.
Nos sustrajeron de nuestra actividad diaria al grupo de Directores de la empresa para la cual trabajo, para hacer un trabajo de un par de días fuera de la ciudad, con la intención de trabajar en un proceso de integración en el cual estamos inmersos en el Comité de Dirección de la empresa.
La agradable sorpresa se da cuando uno de esos días nos llevan al rancho de una familia en la cual se hacen ejercicios con caballos. El descubrir que trabajaríamos todo el día con caballos, fue una grata sorpresa para mí, ya que desde muy pequeño tuve la suerte de familiarizarme con estos maravillosos animales y sentí de inmediato ese gusto y esa sensación maravillosa que se tiene al interactuar con ellos.
Cuando nos preparábamos para hacer el primer ejercicio, platicamos un poco con las instructoras, quienes nos dieron alguna información básica sobre los caballos y la forma de interactuar con ellos, al lado de una especie de corral enorme el cual se utiliza para competencias de salto y de adiestramiento, no sin antes hacer un pequeño ejercicio en el que identificamos varias razas de caballos, las diferencias básicas en la forma de ser y de comportarse entre ellas y la semejanza que tenemos los seres humanos con ellos, identificándonos cada uno de nosotros con determinada raza de caballo.
Una vez completado ese ejercicio, iniciamos con el trabajo con los caballos, lo cual, si fue impactante para mí que estoy verdaderamente familiarizado con ellos, imagino claramente lo que representó para mis compañeros que no están acostumbrados a convivir con ellos; debió ser exponencial el impacto y el temor que habrán enfrentado y tenido que superar.
Mientras terminaban de darnos las instrucciones, vimos como trajeron unos cinco caballos de diferentes razas, hermosos y a la vez imponentes, llevándolos a ese gran espacio de unos 7, 000 metros cuadrados, para soltarlos dentro de él. Ver a esos cinco enormes animales correr y retozar libremente en ese gran espacio, fue algo sensacional. La gran experiencia comienza cuando nos invitan a pasar a ese gran espacio para interactuar con ellos, siendo que se encontraban en total libertad.
La cara de mis compañeros era digna de filmar y yo mismo sentí la adrenalina fluir en mi cuerpo cuando entramos en grupo para colocarnos a la mitad de dicho espacio, mientras los caballos retozaban y brincaban a nuestro alrededor. Pero la impresión fue aun mayor cuando las instructoras nos señalaron cual era nuestra primera misión y con una sonrisa abandonaron el espacio, indicándonos: Si están listos para arrancar, su primera misión es «traernos un caballo».
Fue un momento muy especial, nos encontrábamos ante un desafío al cual jamás nos habíamos enfrentado. Yo estaba acostumbrado a montar a caballo, pero siempre me preparaban al caballo, incluso de pequeño cuando no se tiene gran consciencia del peligro estaba acostumbrado a entrar en la caballeriza de mi caballo para acariciarlo y jugar con él, pero jamás me había enfrentado al reto de interactuar con varios caballos en libertad y menos con tan imponentes animales jugando y corriendo sin mayor control.
La Experiencia fue única y resolvimos ese reto y algunos otros que vinieron después incrementando siempre el grado de dificultad, en cada ejercicio que nos pidieron realizar.
Pero lo interesante fue vernos reflejados en los caballos y ver la manera en la que nos relacionamos los seres humanos y como actuamos frente a los desafíos, sobre todo cuando se trata de lo desconocido y sentimos que estamos en peligro.
El encuentro me sirvió para reflexionar y profundizar en varias cosas que debo cambiar en mi actuación personal, dentro de mi proceso de desarrollo. La experiencia fue única y me queda claro que no debemos de olvidar la gran necesidad de auto-observarnos, si queremos seguir creciendo como seres humanos.
No cabe duda que el aprendizaje se nos presenta en todo momento y por medio de diversas formas y circunstancias, no sólo a través de la interacción con las personas, sino éste puede darse a través de cualquier cosa, o de otros seres y además puede ser algo tan especial y sublime como ese encuentro tan especial y memorable como el que tuve con esos caballos.
Todo en ésta Vida requiere de equilibrio. La sabiduría popular bien lo ha bautizado como «el sabio término medio».
Lo paradójico es que por hablar de término medio, se podría confundir con mediocridad, siendo que es justamente lo contrario, nada más difícil de lograr que el equilibrio.
Y Todo es cuestión de medida, de lograr el justo medio o lo que en lenguaje coloquial se dice: «Ni muy muy, ni tan tan».
Recuerdo que en una ocasión, nos reunieron al alto nivel directivo de una compañía de seguros en una junta de planeación en la que se trabajó tanto en integración, como en diversos aspectos de desarrollo humano y nos pusieron un ejercicio en el que nos debíamos de dar retroalimentación (feedback) unos a otros.
Nos dividieron en equipos de seis personas y el ejercicio consistía en decirle a cada miembro del equipo cuatro de sus mejores virtudes y el peor de sus defectos y todos tendríamos que pasar por el banquillos de los acusados.
Para todos fue una sorpresa y un gran impacto descubrir que en todos los casos, sin excepción, nuestro peor defecto, resultaba ser nuestra mayor virtud, pero utilizada en exceso.
Esto me marcó, porque después de muchos años como funcionario, apenas descubría el gran riesgo que existe en pasarse de aderezo cuando usamos nuestras principales destrezas.
Sin duda esto era uno de los secretos de la vida. Inmediatamente se me vino a la mente el señor Miyagi de la película Karate Kid, diciéndole a su discípulo: Focus Daniel San y recuerda que lo más importante en ésta Vida es el «Balance», refiriéndose al «Equilibrio».
Y es que no importa que tantas habilidades y dones se nos haya otorgado de manera natural ó vayamos desarrollando en nuestro caminar por la vida. Si las utilizamos en exceso, se tornan negativos en una vuelta de campana impresionante.
Ahí caí en la cuenta, de que lo mismo ocurre en todos los ámbitos de la vida. Ya sea en la atención que prestamos a nuestra gente más querida ó incluso a nuestra pareja, si se exagera, algo bueno, se torna negativo. Bien dice el dicho: «Ni todo el Amor, ni todo el dinero.
Ni más ni menos, el sabio término medio, el tan buscado «Equilibrio», tan difícil de lograr. Para ello se requiere sabiduría y entendimiento de vida. Por todo ello, no sobra atender a lo que dicen los dichos y refranes de la sabiduría popular a los que tanto hago referencia en mis reflexiones, ya que, por simples que parezcan, siempre encierran una enseñanza profunda, pero sólo para aquel que está dispuesto a aprender y que no importando que tanto desarrollo tenga, se mantiene con el espíritu de un eterno aprendiz.
Siempre he dicho que debemos cuestionarnos todo y que todo tiene diferentes ángulos y puntos de vista. Lo importante es abrir nuestra mente a los nuevos conceptos y a otras formas de pensamiento que, de preferencia, choquen con los paradigmas de hoy o con lo que hoy creemos. Y, mientras más choquen, mejor, porque eso nos garantiza que si no nos cerramos y ponemos atención a lo nuevo nos colocaremos dentro de una sana confrontación de creencias, que finalmente nos hará ampliar nuestra visión y perspectiva, en una frase, nos ayudará a ser más tolerantes y, sobre todo, a crecer.
En nuestro vecino país del norte, a la fecha que en Latinoamérica conmemoramos como «El Descubrimiento de América», se le conoce como «Columbus Day» o sea, el Día de Cristóbal Colón. Este hecho me parece aún más insólito que la visión europea que nos han vendido –y que nosotros hemos comprado– que conmemoramos el Descubrimiento de América… porque hay muchos que se preguntan ¿cómo es posible que se festeje a un hombre que oficialmente introdujo el concepto de la esclavitud a nuestro continente?
Hace un mes, me cuestionaba ¿qué festejamos en México en el famoso mes patrio? Y hoy lo hago ante el significado del Descubrimiento de América, que aunque en algunos países de Latinoamérica comienza a dársele otras connotaciones, algunas más correctas que otras, como lo es el día de la Raza, el concepto que ha prevalecido es el que menciono. Les comparto que cualquier cosa que me ayude a reflexionar siempre será motivo de alegría. En esta ocasión, Eduardo Galeano, el famoso escritor y periodista uruguayo, me ha dado luz.
Debo confesarles que verdaderamente me impactó su análisis porque es una de esas cosas que ya intuía, pero que no había profundizado lo suficiente.
Dicen que la historia siempre la escribe el vencedor y de alguna manera, este hecho tan importante que ocurrió en nuestro planeta el 12 de octubre de 1492, estamos acostumbrados a verlo desde la visión europea, o sea del «Descubrimiento de América»…pero ¿por qué no verlo con los ojos de América, olvidándonos del Columbus Day?
Galeano nos muestra esta visión que podríamos bautizar como latinoamericana, para que no les zumben los oídos a los del norte y que tendría, créanme, por qué sí hacerlo:
«En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un Dios de otro cielo, y que ese Dios había inventado la culpa y lo vestido, y había mandado que fuera quemado quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que la moja¨.
Después de verlo con los ojos de América y entender un punto de vista diferente, tendremos dos visiones encontradas de algo del que teníamos sólo un punto de vista.
Esto es muy importante sobre todo para nosotros: La Raza Mestiza. Es vital comprender a fondo la historia de nuestros orígenes, sin lamentarnos de la forma como sucedió, porque es un hecho que hoy somos el resultado del choque y mezcla de dos culturas, de las cuales debemos tomar lo mejor de cada una rescatando lo bueno que se ha perdido en el camino… para crear sinérgicamente una nueva visión… la nuestra.
Estoy convencido de que la cercanía entre las personas la define la afinidad de almas y no la cercanía física, ni la frecuencia con la que las personas se relacionan; ya que existen muchos casos en los que la cercanía física y la frecuencia pueden ser mucha, pero no se da entre ellos ni la confianza, ni la complicidad que se requiere para lograr una afinidad, lo que algunos llaman «química».
Me gusta observar a la gente y sus reacciones. Como se relacionan, en muchas ocasiones tienen una cercanía extrema por diferentes vínculos y sin embargo, me impacta ver la lejanía de sus almas y no deja de sorprenderme como puede tanta gente convivir de esa manera.
Veo con frecuencia matrimonios que viven juntos, comparten responsabilidades y son digamos «socios de familia»; muchos de ellos comparten responsabilidades con relación a los hijos, la casa – léase que mencioné casa y no hogar- incluso, a veces, son socios en un negocio familiar, pero de ahí a compartir en pareja hay un abismo y aún se hace mayor la diferencia si lo llevamos a «vivir enamorados», el cual, desde mi punto de vista, es el máximo reto en la relación de pareja, sobre todo a partir de la convivencia diaria y más cuando llegan los hijos.
Esto de la afinidad y cercanía de las Almas es una idea que surge no sólo de observar las relaciones de pareja, también con los compañeros de trabajo, amigos, demás familiares y con todas las personas que nos relacionamos.
El tema de la amistad merecería todo un tratado para tocar la gran diversidad de situaciones que pueden influir en ello, por lo que en ésta ocasión lo voy a dejar de lado.
En el trabajo a veces es verdaderamente complicada la convivencia, sobre todo en las altas esferas de las empresas en donde el trabajo implica liderazgo, definición y negociación. Cuando la gente se acostumbra a dirigir para obtener resultados y por situaciones propias del trabajo, se relacionan personas que coinciden en determinada situación y ambos están ubicados en sus propias esferas o cotos de poder, es aquí, donde el criterio y la inteligencia más se requieren; no sólo para llevar la fiesta en paz, sino para verdaderamente sumar y aportar haciendo trabajo en equipo, creando sinergía, en vez de tratar de imponer nuestra voluntad y desgastar al equipo, sin obtener los resultados esperados para el bien de la organización.
Pero ésta situación se observa no sólo entre Directivos, frecuentemente observo la relación que tiene gente que cuenta con asistente personal o secretaria y con algunas otras personas de apoyo, como un chofer, que en el caso del chofer pudiese ser más entendible, pero lo que observo es en relación al trato que dispensan y la relación que construyen con sus asistentes personales; es sorprendente como aún cuando la gente tiene que depositar gran confianza en una persona para el manejo de cosas y situaciones de gran trascendencia, mantienen una especie de distancia para salvaguardar, en mi opinión, una posición que desde mi punto de vista no es lo más recomendable, ya que, siempre será infinitamente más fácil la relación laboral y se creará un vínculo de mayor fidelidad, si se logra una confianza y una cercanía más del interior y no de manera superficial.
Pero el meollo de la reflexión es que me parece que la forma en la que observo se construyen y se mantienen esas relaciones, las cuales en ocasiones son de muchísimos años, no me hace sentido. En lo personal pienso que esa incongruencia viene claramente del gran temor que tiene la mayoría de la gente de sentirse al descubierto; ese temor a bajar el caparazón que han construido para «blindar su alma». Un temor a ser lastimado que me parece que lejos de ayudar a la gente, no le deja fluir y la aleja de su verdadera naturaleza y razón de ser que es el amor y que tristemente lo excluye cada día más de experimentar el Amor Universal.
Si no dejamos que nuestra alma se acerque a otras almas, ¿Cómo vamos a fluir? ¿Cómo vamos a experimentar el cariño y el amor de tanta gente maravillosa que tenemos cerca? Y que si están físicamente cerca, pero en realidad están tan lejos.
En inglés existe un término difícil de traducir y es: «Accountability» el cual, tratando de hacer una traducción simplista sería «tener la responsabilidad o hacerse responsable».
Si en el mundo empresarial esto es de gran importancia, lo es aún más en la vida personal. Por alguna razón al ser humano se le ha acostumbrado a obedecer y a seguir reglas, pero sobre todo a depender de otros o de las circunstancias. Desde pequeños con ciertos mensajes subliminales nos inculcan que que no estamos en control de las cosas, que la vida sucede y que de una o de otra manera somos víctimas de las circunstancias, cuando lo que debieran enseñarnos es justo lo contrario.
Conforme uno se va sumergiendo en el lento y permanente proceso del aprendizaje de la vida, nos vamos dando cuenta, que nos vamos formando paradigmas de acuerdo a lo que nos enseñan nuestros padres, nuestros maestros y nuestros guías espirituales, pero la vida se va encargando de ponernos en frente otras tantas experiencias que forzosamente nos hacen cuestionarnos y terminamos por romper muchos de esos paradigmas para modificarlos o de plano, substituirlos de plano por otros nuevos.
Esto hace que vayamos creando nuestros propios mecanismos de defensa para tener siempre una excusa que nos permita justificarnos, cuando los resultados se dan de cierta manera y eso nos va llevando poco a poco a delimitar nuestro campo de acción y a no tomar esa responsabilidad.
Recuerdo una escena de una película en la que actúa Julia Roberts (Stepmom) como la madrastra de una adolescente, que se encuentra enfrentando un problema y al aconsejarla, le dice: «ante ésta situación tenemos una alternativa, sentarse a llorar o hacer algo al respecto». Esto que parece tan simple, en la vida real nos sucede todos los días, pero siempre parece ser más fácil culpar a alguien más o las circunstancias de lo que nos sucede, en lugar de asumir plena responsabilidad de cualquier cosa que nos suceda.
Lo más curioso de la situación es que una vez que tomamos responsabilidad sobre lo que nos sucede en la vida, se va ganando seguridad y se va cambiando la pasividad por la actividad, para pasar posteriormente a la pro-actividad. Hasta que nos percatamos de que ya no nos lamentamos de los sucesos, porque ni siquiera dedicamos tiempo para ello.
Es importante estar abierto a otras formas de pensar y no pensar, que lo que yo creo es la verdad de la vida ó que las cosas son de tal o cual forma y esto nos lleva a ser más creativos y a dejar de ver ciertos sucesos de la vida como problemas.
Si solamente quitáramos la palabra «problema» de nuestro diccionario mental y la substituyéramos por la palabra «Reto» cambiaríamos nuestra forma de pensar y se nos haría más divertido y menos trágico cualquier reto que se nos presente.
Una persona que que se ha considerado de las más admiradas e influyentes en la vida moderna de la población mundial en general, a través de los productos que su empresa lanzó al mercado y que han cambiado la vida de millones de personas es Steve Jobs.
Steve Jobs, considerado un ícono moderno del éxito y de la innovación, decía que una de las cosas más importantes y definitorias en la vida de las personas, es: ¨hacer lo que nos gusta¨. Algo tan básico y elemental como eso y que suena tan sencillo, termina siendo resolutorio y de un peso abrumador en la vida de las personas y esto ó apoya ó estorba en gran medida, el que las personas sean felices, y se vuelvan exitosas, ya que de ahí se desprenden muchas cosas.Trato de explicarme:
Si una persona hace lo que le gusta hacer, es muy factible que conforme una visión, lo que llamamos ¨El Sueño¨. Ese ideal de vida que nos imaginamos que conlleva por supuesto encontrar nuestra ¨Misión¨ , que es aquello que queremos lograr, de alguna manera el legado que queremos dejar en general a nuestro paso por la vida.
Una vez que tenemos eso definido y que nos dedicamos a hacer lo que nos gusta es difícil que no nos entreguemos con pasión a la tarea y eso simplemente nos hará ver la vida de otra manera.
Todo esto viene al caso porque, en mi paso por la vida, me encanta observar los procesos de la gente y me apena ver como la mayoría de las personas, busca entregarse a su tarea con pasión sin lograrlo y estoy de acuerdo en que no es fácil lograr el objetivo de encontrar, qué es lo que más nos gusta hacer y conseguir el poder dedicarnos a ello.
De hecho por años viví convencido de la filosofía: ¨Si no puedes hacer lo que amas, más te vale amar lo que haces¨. Y encuentro personas que se dedican a su tarea con una alegría admirable. Como un ejemplo simple de ello, hace un par de días de regreso de un viaje largo de vacaciones, hicimos una escala de un día en una ciudad y tomé tres taxis, buscando conocer algo de la misma en diferentes momentos y situaciones; con dos de ellos, observé una alegría excepcional y se veía que disfrutaban su tarea de una manera notable, lo cual no implica que si esas personas tuvieran la oportunidad de cambiar su actividad, probablemente no dudarían en hacerlo y seguramente serían aún más felices en la nueva actividad elegida.
Pero cada día me convenzo más de que ésta filosofía si bien no es mala, definitivamente no es la ideal y que es importante buscar hacer aquello que en verdad nos alimenta el alma y que ello contribuirá importantemente a nuestra felicidad y a volvernos gente de éxito. La cual insistiré que es algo que sólo depende de cada uno de nosotros.
Cada vez que tengo la oportunidad de salir de vacaciones, aprovecho no solamente para descansar, sino para reflexionar un poco sobre mi propio proceso y cada vez sin excepción, descubro cosas nuevas, las cuales creo que me acercan a mis objetivos de vida.
Pero insisto en que es importante definir qué es lo que más me gusta hacer en la vida y trabajar en lograr el objetivo de dedicarnos a ello.
Ojo, esto no significa tirar por la borda todo lo que hemos logrado y cualquier cambio o migración de la actividad a la que nos dedicamos, debemos hacerlo con la inteligencia y cuidado necesario, pero mi consejo sería que hiciéramos lo que dice Steve Jobs, que hacía cada mañana al despertarse y verse al espejo y es: Cuestionarnos, si aquello que hacemos, es decir, a lo que estamos dedicando nuestros esfuerzos del día a día, nos está alimentando y nos satisface al máximo y si la respuesta es no, bien valdría la pena pensar en la necesidad de un cambio y cómo llevarlo a cabo de la manera más inteligente.
No cabe duda de que como México no hay dos. México es un país hermoso, lleno de historia, con una riqueza extraordinaria culturalmente hablando. Pero me llama poderosamente la atención como se expresa la «Mexicanidad» entre mis compatriotas y en todos los ámbitos. Los comercios aprovechan para tratar de sacar ventaja como en otras épocas del año y políticamente ni se diga; no hay nada más trillado y utilizado políticamente que la Independencia y la Revolución.
A todos los mexicanos nos sale lo patriotero y aprovechamos para el festejo, bien decía Octavio Paz que el mexicano vive para la fiesta y es increíble cómo se aprovecha la ocasión. Los amantes de la charrería hacen sus cabalgatas, en las cuales, conociendo un poco a mi gente, se siente más lo charro que la Independencia en sí. Toda la mercadotecnia se vuelve tricolor cualquiera que sea su meta y la mayoría de los mexicanos busca donde dar el grito, lo cual se traduce en una gran borrachera.
Pero yo me pregunto cuántos mexicanos reflexionamos acerca del hecho. ¿Realmente que tanto festejamos? ¿Que sería mejor festejar la Independencia o la Libertad?.
Creo que el mundo está lejos del rumbo que debiese tomar y mientras en otros países que se dicen civilizados siguen viviendo una monarquía, lo cual desde mi perspectiva es ridículo en el año 2012, (¿Cómo es posible que siga vigente un sistema de gobierno en el cual la premisa es que la igualdad no existe y en verdad siguen pensando que por las venas de ciertos personajes, que por cierto, en muchas ocasiones dejan mucho que desear como individuos, corre sangre azul?) en México de repente, nos sale lo patriota y los mexicanos nos hermanamos para enfiestarnos la noche del 15 de septiembre, en una fiesta que sólo vemos en ésta fecha ó cuando gana la selección mexicana de futbol, pero que en el día a día simplemente no se ve, porque al día siguiente nos pasa justo lo que dice Joan Manuel Serrat en su canción: La fiesta, cuando dice: «Vamos bajando la cuesta y arriba en mi calle se acabó la fiesta»
Cuando era pequeño, recuerdo que me sentía mal los lunes en la mañana cuando hacíamos honores a la bandera y me exaltaban a venerar la Patria y la Bandera a un grado que me parecía exagerado. Yo simplemente no lograba ese sentimiento que se me requería para amar a la Patria y a la Bandera por encima de mis padres y mis seres queridos. Hoy de adulto creo verlo con claridad y corroboro que mi fuero interno tenía razón.
Nunca compré el Nacionalismo y no es que no me sienta mexicano, ni esté orgulloso de serlo, pero debo confesar que me siento más ciudadano del mundo y me parece que el ser mexicano es más bien una cuestión de responsabilidad y de solidaridad con los más próximos y después de traducir esa responsabilidad a mostrar y compartir con el resto del mundo esa forma de ser y esa alegría de vivir del mexicano.
Siento decirlo, pero aún siendo orgullosamente mexicano, no siento los festejos patrios, porque no me nace ni hoy ni nunca, celebrar ninguna guerra, sea cual fuese su origen o resultado. Me parece que nada justifica una guerra y no deja de ser un despliegue de barbarie, en el que se derrama sangre inocente, generalmente por intereses económicos, por lo que no podré conmemorar jamás ningún acto bélico.
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