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Carpediem

Recuerdo que al ver la película “La Sociedad de los Poetas Muertos” me hizo reflexionar mucho acerca de darnos la oportunidad de vivir ciertas cosas y de aprender de ellas. En la historia se muestra claramente cómo nos choquea de repente, cuando algo o alguien se nos presenta rompiendo paradigmas a los que estamos acostumbrados y, finalmente, si nos damos la oportunidad de hacerlo terminamos aprendiendo algo.

El asunto es que el método que utilizaba un maestro para sacudir a los adolescentes no era el más convencional; sin embargo, terminaba convenciendo a sus alumnos de que valía la pena arriesgarse incluso a retar a la autoridad, a lo establecido; que había que darse la oportunidad de probar y aprender de la vida, sin temor; que había que cuestionar lo establecido y no simplemente hacer las cosas como debían hacerse porque alguien así lo había decidido.

El significado de “Carpediem”, lejos de ser el de Vivir el “aquí y ahora” como muchos lo piensan, es “hacer que cuente el día”. Aunque de alguna manera tienen mucha relación ambos conceptos, son totalmente distintos.

Los dos se refieren a que debemos vivir. Nada más que el primero nos habla de vivir cada momento conscientes de nosotros mismos, y el segundo de hacer que cuente el día, de hacer que cada día valga la pena de haberse vivido.

Cuántas veces vivimos un día sin esforzarnos a tope por lograr algo, por avanzar, por hacer que las cosas sucedan, sobre todo aquellas que son parte de nuestro proyecto de vida. Eso es fácil que nos suceda si no estamos conscientes de que debemos de ponernos metas y luchar cada día que pasa por lograrlas.

Me parece que la primera pregunta que debemos hacernos es si estamos contentos con lo que hacemos; si nuestra actividad nos apasiona al grado que más que trabajo fuese un gusto; si es que es en realidad nuestra vocación. De ello depende nuestra entrega a la tarea diaria…; de ello dependerá también qué tan felices podemos llegar a ser.

También recuerdo una ocasión, hace ya muchos años, cuando fui a visitar a un buen amigo a Tampico. La primera noche del viaje estábamos tan contentos que nos tomamos unas copas de más y nos enfrascamos una gran discusión en la que yo le decía  a mis amigos que si no podías hacer lo  que amas, por lo menos debías tratar de amar lo que haces, algo que a la fecha sigo pensando.

Pero cada día me pesa más un segundo cuestionamiento, que es: si no amas lo que haces, ¿no debieses de plano cambiar de camino? Sé que no es nada fácil hacerse ese cuestionamiento, sobre todo si lo que hacemos nos retribuye bien. La verdad es que tampoco hay que saltarse la inteligencia y aventar todo por la borda porque de repente nos emocionó determinada actividad; sin embargo, debemos seguir pensando al respecto.

Me parece que para lograr algo importante en la vida -pero sobre todo para ser feliz- hay que encontrar tu vocación y dedicarte de lleno a ello. Solamente así podrás dedicarte a la tarea con la pasión necesaria para cambiar las cosas, para imprimir tu sello, para hacer que tu paso por esta vida no sea intrascendente.

De esa manera, habrá que bosquejar nuestro proyecto de vida, tener una visión de a dónde queremos llegar,de cómo queremos estar en cinco años y en 10, y luchar todos los días para alcanzar la meta, para que cada día al levantarnos digamos “Carpediem” y entregarnos a la tarea con la confianza y la alegría de que al terminar la jornada nos recostemos a descansar con la covicción de que hicimos que ese día en específico contara.

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