Tendrías que nacer de nuevo

“Tendrías que nacer de nuevo”, le dijo Jesús a Nicodemo. “¿Nacer de nuevo? ¿Pero cómo podría estar de nuevo en el vientre de mi madre?”, pensó  Nicodemo. Obviamente Nicodemo nunca entendió el sentido metafórico de la frase de Jesús. Éste se refería al  “nacimiento del espíritu”. Lo increíble y paradójico es Nicodemo era un individuo de gran capacidad, cultura e  inteligencia, y ni así captaba el mensaje que Jesús le trataba de decir.

Es difícil imaginar la escena, pero el encuentro de Jesús y Nicodemo es incluso un pasaje de la Biblia y estamos hablando de un individuo de los más cultos y refinados de la época, un miembro del sanedrín, que era uno de los encargados de escribir las hagadas, mismas que eran básicas en las enseñanzas del pueblo judío.

Hoy 2010, años después, pudiésemos pensar: ¿Cómo no se le ocurría a Nicodemo que le hablaban en parábolas? Pero juzgar con toda la información, las derivaciones y las explicaciones de tantos años de historia, es muy fácil.

Pero eso mismo que le pasaba a Nicodemo nos pasa a todos los seres humanos, y no sólo con cosas trascendentales, sino también en las triviales. Nos cuesta mucho trabajo entender que las cosas cambian y que debemos desaprender para volver a aprender.

Me parece que siempre tendemos a querer que las cosas permanezcan, sobre todo cuando nos gusta la realidad. Nos casamos con ciertas ideas. Creemos que las cosas permanecen igual, y aunque sabemos que todo cambia, nos resistimos al cambio, en especial cuando pensamos que ya entendimos o que tenemos cierto control sobre las cosas, y aun más cuando pensamos en las credenciales que hemos ganado, los títulos, membrecías de los distintos sanedrines de la actualidad.

Mientras más importantes creamos que somos, más trabajo nos costará reconocer que en ésta vida, nadie sabe lo suficiente. Mientras más posición o reconocimiento se tiene, más caemos en la tentación de la arrogancia y de la soberbia, y, por supuesto, más lejos estaremos de aprender realmente nuevas cosas y de entender.

En un artículo anterior: “La alegría de ser un eterno aprendiz”, comentaba acerca de la importancia de mantenerse enseñable, y me parece que lo más relevante estriba en convencernos de que la vida siempre requiere de que desaprendamos muchas cosas para dar paso a aprender nuevas formas, cambiar nuestros paradigmas mentales, sobre todo el querer que todo permanezca para entender que todo es relativo; cambiar ese anhelo de seguridad por simplemente mantenernos enseñables, y vivir con la alegría de ser un eterno aprendiz.

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