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Hay muchas cosas en la vida que llamamos “armas de doble filo”, y éstas tanto pueden beneficiarnos como perjudicarnos.

En la vida es muy importante, por ello, bosquejar, hacer planes e imaginarnos a dónde queremos llegar, cómo queremos vernos dentro de cierto tiempo y luchar para lograrlo. No sólo es loable, sino también sano.

Sin ello, es difícil progresar y fácil caer en el conformismo.

Una vez puesta la meta, trazado el camino, y emprendido el viaje, surge algo de lo que difícilmente nos podemos sustraer, y que no es nada fácil manejar. Me refiero a “la expectativa”, ese animal complejo que hace vernos en determinada posición o que plantea un panorama deseado que, si al revisar el resultado no se alcanza o no se da como lo esperamos, simplemente desequilibra.

En ese sentido, “la expectativa” es siempre muy peligrosa, porque derriba acciones que se encuentran total ó parcialmente en nuestras manos, u otras que están a nuestro alcance.

Si los resultados logrados no son los esperados, el malestar es grande y nos reprochamos el no haberlo logrado. Pero, quizás peor, si se deriva de situaciones que definitivamente no se encuentran en nuestras manos, generalmente suceden dos cosas: hacemos comparativos entre lo que pensamos y lo que creemos hubiésemos podido lograr.

El resultado es, habitualmente injusto, porque estamos comparando la actuación de una persona en el mundo real contra lo que pensamos hubiésemos logrado nosotros en un mundo hipotético. Por otra parte, y es aún más injusto, tal vez la otra persona no haya estado consciente de lo que esperábamos exactamente de su actuación, causando seguramente una decepción de parte nuestra hacia una persona que muy probablemente ni siquiera supo lo que esperamos de ella.

Es una situación peligrosa que nos puede hacer mucho daño, porque en la vida hay tantas variantes que es verdaderamente difícil que algo salga exactamente como se planeó. Son tantas las situaciones que pueden influir y de tantas manera, que cuando comparamos el resultado del esfuerzo con la expectativa, lo más seguro es que sean diferentes. No por ello es necesariamente malo. Pero una vez que creamos cierta expectativa, el simple hecho que no salga como lo planeado, nos puede afectar.

Hay personas que si no consiguen lo que esperaban, lo ven como un fracaso, sin considerar en ocasiones que lo que en un principio era una decepción, probablemente termine siendo lo que más nos pudiese haber convenido.

Pero en el momento de darse el resultado, o no lo vemos así, o hablamos simplemente en términos numéricos. Por ejemplo, cuánta gente que espera lograr 100, logró 99, y lo considera como un fracaso, en lugar de pensar que se encontraba en cero y obtuvo prácticamente lo que había planeado.

De hecho, la expectativa es la causa de la frustración y el desconcierto de mucha gente, sin ponerse a pensar que la vida también está hecha de ensayo y error, y que solamente así se adquiere la experiencia para en algún momento lograr el éxito, además de que, analizándolo desde otro punto de vista, incluso “el éxito podría ser vivir la experiencia, independientemente del resultado que se obtenga de un esfuerzo”.

Allain de Botton en su libro ansiedad por el estatus dice que “Las sociedades que gozan del privilegio de la riqueza y de posibilidades que van mucho más allá de lo imaginable por sus antepasados que labraban las impredecibles tierras de las Europa medieval, han mostrado una notable capacidad para sentir que tanto lo que son como lo que tienen no basta”.

De Botton profundiza un poco acerca del proceso psicológico que precede a nuestra forma de decidir, y percibir, en relación con el límite apropiado de cualquier cosa, por ejemplo de la riqueza y de la estima y agrega que nunca se decide de manera independiente, sino comparando nuestra situación con la de un grupo de referencia. Esta situación confronta al ser humano porque sólo se considera afortunado si tiene tanto ó más que las personas con las que crece, trabaja y considera amigos ó conocidos en el ámbito público.

David Hume, en su tratado de naturaleza humana dice: “No es una gran desproporción entre nosotros y los demás lo que nos produce la envidia, sino lo contrario: La proximidad. Un soldado raso no siente envidia de su general, si se compara con la que puede sentir su sargento o su cabo. Tampoco un escritor eminente sufrirá los celos de escritorzuelos rutinarios, sino de los que más cerca están de él. La existencia de una gran desproporción corta la relación, ó bien impide que nos comparemos con lo que nos resulta remoto o bien disminuye el efecto de la comparación”.

Expectation… A Double-edged Sword?


There are many things in life we call “double-edged swords”, and these can both benefit us and harm us.

Therefore, in life it is very important to sketch out ideas, make plans and imagine where we want to be, what we want to see ourselves as in a certain time and fight to achieve it. It’s not only laudable, but also healthy.

Without it, it is difficult to progress and easily fall into conformity.

Having set the goal, traced the path, and undertaken the journey, something appears which cannot very well avoid, and which is not at all easy to manage. I’m talking about “expectation”, a complicated animal that puts us in a determined position or that presents a desired outlook that, if when the result is reviewed it is not met or does not appear as we hope, simply unbalances us.

In this sense, “expectation” is always very dangerous, because it shoots down actions that are totally or partially in our hands, or others that are within our reach.

If the obtained results are not as expected, the unease is great and we reproach ourselves for not having achieved it. But what perhaps is worse, is that if it is derived from situations that are definitely not in our hands, two things normally happen: we make comparisons between what we think and we believe we could have achieved.

The result is usually unfair, because we are comparing the actions of a person in the real world against what we think we could have achieved in a hypothetical world. On the other hand, and even more unfair, the other person may not have been aware of what we were exactly expecting from their actions, surely resulting in our deception about a person who very probably didn’t even know what we expected of them.

It is a dangerous situation that can do us great harm, because in life there are so many variables that it is truly difficult for something to turn out exactly as it was planned. There are so many situations that can influence the outcome and in so many ways that when we compare the result of our efforts with expectations, they will most probably be different. This doesn’t necessarily mean that it is a bad thing. But once we believe a certain expectation, the simple fact that it does not turn out as planned can affect us.

There are people who being unable to achieve what they expected, see it as a failure, sometimes without considering what in the beginning was a deception, probably ends up being what could have been in our best interests.

But at the time of the result, we either don’t see it like that or simply talk in numerical terms. For example, how many people expecting to achieve 100 have got 99, and consider it as a failure, instead of thinking that they were at zero and practically got what they had planned to achieve.

In fact, expectation is the cause of frustration and uncertainty in many people, without taking a minute to think that life also consists of trial and error, and that only in this way we gain the experience so that at some time we can achieve success, in addition to that, analyzing it from another viewpoint, “success could be living the experience, irrespective of the result achieved from an effort”.

Allain de Botton, in his book Status Anxiety says that “Societies that enjoy the privilege of wealth and possibilities that go much beyond what its ancestors could imagine who toiled the unpredictable land of medieval Europe, have shown a notable capacity to feel that both what they are and how much they have is not enough”.

De Botton goes further into depth about the psychological process that precedes our way of deciding, and perceiving, with regards to the suitable limit of any thing, for example of wealth and of estimating and adding that is never independently decided, but rather comparing our situation to that of a reference group. This situation confronts human beings because we only consider ourselves to be fortunate if we have as much as or more than the people with whom we grow-up, work, and consider to be friends or acquaintances in the public environment.

David Hume, in his A Treatise of Human Nature, says: “It is not the great disproportion betwixt ourself and another, which produces it; but on the contrary, our proximity. A common soldier bears no such envy to his general as to his sergeant or corporal; nor does an eminent writer meet with so great jealousy hackney scriblers, as in authors, that more nearly approach him. It may, indeed, be thought, that the greater the disproportion is, the greater must be the uneasiness from the comparison”.

I believe that expectation is something that we should eradicate from our mental paradigm, as it has nothing to do with setting ourselves goals, sketching out ideas, making plans and fighting with every ounce we’ve got to achieve them. If we could have the amplitude of criteria to not become frustrated by the achievement compared to what we have planned and, above all, to trust in good, we would willingly accept, and without conformity, that what life gives us as payment for our efforts, in the long-run, may be better that what we planned.

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