Recuerdo que la primera vez que escuché sobre la estrategia del delfín y al saber que está comprobado que es el pez que tiene la mejor técnica (performance) para nadar, ya que tiene una estrategia muy inteligente para hacerlo, me impactó.
Me explico: Lo que hace el delfín es que toma una ola y nada con ella, subiendo por la misma, pero antes de llegar a la cresta de la ola salta al vacío para tomar la siguiente ola que se va iniciando, y, así, de manera iterativa, logra aprovechar al máximo la fuerza de las olas.
Ante la diferencia frente a otros peces que no lo hacen de la misma forma, esto nos hace ver al delfín como una especie única y con una inteligencia muy superior a la de los demás peces.
Siento que de algún modo los humanos debiésemos de aprender de estos mamíferos especiales, puesto que pareciera que nos sucede algo similar que a la mayoría de los peces, en el sentido de que nos aferramos al impulso que sentimos de la ola que de alguna manera nos viene impulsando, y nos cuesta mucho trabajo dejar ese impulso para arrojarnos al vacío.
Creo que es difícil ver o entender de manera más integral el todo. Es parte de tener una visión más amplia. Es algo así como ver el bosque y no solamente el árbol, distinguiendo así las diferentes olas que se forman en el océano de la vida.
Lógicamente nos aferramos a la fuerza de una ola y no importando que lo grande del esfuerzo que hacemos al nadar, el hecho es que cuando sentimos la fuerza de una ola que nos viene impulsando nos aferramos a la fuerza de la misma, sin pensar en que muy posiblemente más temprano que tarde esa ola dejará de serlo, ya que se estrellará o se desvanecerá para dar paso a otra diferente.
Lo peor del caso es que por experiencia sabemos que lo más seguro es que cuando esto pase nos va a causar una turbulencia que, de entrada, no sólo hubiéramos podido evitar, sino que, además, de haber utilizado la estrategia del delfín hubiésemos logrado una sinergia que difícilmente se podría conseguir sin ver el entorno de una manera más integral.
Lo anterior suena muy bien y muy lógico, pero no es nada fácil detectarlo, y menos tomar las decisiones que se requieren, sobre todo cuando sentimos el impulso de una ola que de alguna manera nos está llevando hacia delante, y a la que lo más seguro nos haya tomado trabajo montarnos.
A mí me gusta mucho esta analogía entre el delfín y nosotros los humanos, ya que aun a sabiendas que esto es así –es decir, que no hay una ola que se mantenga eternamente, que su impulso es temporal y que tarde que temprano tenemos que arriesgarnos-, generalmente nos mantenemos en la misma ola.
Me parece que de aquí se desprenden varias reflexiones. Por una parte tratar de entender las mareas de la vida; por la otra entender que en la vida no hay plazo que no se dé, ni término que no se cumpla, y, por supuesto, que además de distinguir el momento adecuado, todavía falta agregar el valor que se requiere para dejar el cómodo impulso de la ola y para saltar al vacío, aun cuando sea con la idea de tomar la siguiente ola y lograr la así la magia de la sinergia que logra la estrategia del delfín.
Considero que aquí viene la paradoja importante, en la cual se requiere mucha inteligencia y valor para saltar al vacío. Por una parte, y muy importante, habrá que definir el momento preciso, pero por otro, y no menos importante, también verificar que al saltar al vacío estamos saltando a una ola, y no a algo que es pura arena.
Es un mamífero, 😉 No pasa nada…