Cada vez que tratemos de entender una actitud, un comportamiento o simplemente a una persona, pensemos en que, atrás de cada persona, existe algo que se llama “la historia precedente”.
Debiésemos empezar por no juzgar a la gente, lo cual me parece, es una de las cosas más difíciles de lograr en esta vida. A ello debemos aspirar.
El ser humano tiene una tendencia natural a juzgar. Con gran facilidad nos erigimos en jueces de los demás; y lo peor es que lo hacemos de una manera totalmente equivocada.
Si analizamos un poco, lo que hacemos al juzgar es analizar ya sea el comportamiento, la reacción o la actitud de una persona, desde nuestra perspectiva, desde nuestra posición, a través de nuestra experiencia y de nuestros paradigmas.
El hacerlo de esta manera, resulta por demás injusto, ya que no es un juicio objetivo, sino que estamos juzgando a una persona a través de nuestra personal perspectiva y desde nuestra personal manera de ver las cosas, la cual se va construyendo a través de nuestra experiencia.
Nosotros también tenemos una historia precedente y es a través de ella que nos vamos definiendo como personas y, como he dicho antes, nunca llegamos a ser producto terminado, estamos siempre en construcción y en constante formación o deformación, evolucionando o involucionando, dependiendo de nuestra actitud y disposición para aprender en la vida.
Antes de juzgar a una persona o una actitud o un comportamiento, debemos imaginarnos cuál es la historia precedente de esa persona y así entenderemos un poco más el “por qué” de sus reacciones. Entendiendo lo anterior seremos incluso más condescendientes con ella en nuestros juicios.
En una ocasión platicando con una de mis hijas discutía precisamente la facilidad que tiene el ser humano para juzgar y al hablar de su abuelo y discutiendo un punto específico de su comportamiento, le comenté que le estaban juzgando con la argumentación y desde la perspectiva de una universitaria, oportunidad de desarrollo que él nunca tuvo, que además ella había contado con una niñez feliz y llena de mimos, la cual su abuelo tampoco había vivido.
Cuando le hice ver que estaba juzgando a una persona que había cursado hasta la primaria y que había tenido un padre, más que exigente, digamos intransigente e injusto y que había sido una persona que se había formado a través de trabajar toda su vida, la perspectiva simplemente le cambió.
Lo mismo nos ocurre cuando transitamos por la ciudad en un buen carro y de repente no avanza con celeridad el taxi que va por delante del nuestro y lo juzgamos de inmediato. No nos ponemos en los zapatos de la otra persona, ni pensamos en que para avanzar en ese auto es mucho más complejo que en el nuestro. Quizás sea un auto que tiene problema para meter las velocidades, con las piezas desgastadas y una potencia mínima.
Me parece que este primer paso es ya una ganancia… observar de una manera más objetiva, poniéndonos verdaderamente en los zapatos de la otra persona, analizando las cosas desde su perspectiva y tomando en cuenta su historia precedente.
Si vamos a juzgar, debiésemos ser un poco más justos. Ojalá lo fuésemos para con ello ser más caritativos y así seguir avanzando para dar quizás el siguiente paso en nuestro desarrollo, un paso aún más importante: “No juzgar”.
Siempre con el ánimo en el límite alto, es una agradable visita a tus reflexiones.
Ni querido capitán gracias !