Desde niños la historia, la religión y la ciencia ficción se han encargado de presentarnos a los héroes y a los mártires de una manera que nos luce por demás atractiva; con ello se nos ha inculcado de una manera u otra que hay que sacrificarse por los demás y que si uno ve por sí mismo es egoísta. ¡Nada más alejado de la realidad!
Recuerdo que la primera vez que reflexioné sobre las instrucciones que nos dan al abordar un avión, para cuando se des-presuriza la cabina, me llamó la atención que la instrucción, es muy clara, incluso tajante: «al caer la mascarilla, colóquela sobre nariz y boca y si va con una persona que requiera ayuda, ya sea por ser mayor de edad o un menor, primero colóquese usted su mascarilla y después preste ayuda a la otra persona».
La instrucción no solamente es clara, es lógica y muy pragmática, ¿cómo voy a poder ayudar a alguien, si no estoy bien yo? Entenderlo es muy fácil, pero existe una gran diferencia entre entender y comprender. He aquí el punto de reflexión, ¿cómo hacer para des-aprender tantas cosas que nos han inculcado?, ¿cómo hacer para poder comprender, concientizar e incorporar un hábito nuevo?, que sea congruente y vaya más apegado con las leyes naturales de la vida, como es la Ley de Individualidad.
Hago ésta reflexión, ya que aún cuando entendemos una instrucción como ésta, la costumbre y la mala enseñanza que traemos tan arraigada, nos hace caer y nos jala hacia el otro lado, lo ejemplifico con una vivencia reciente:
Acabo de hacer un viaje a Los Ángeles con mis dos hijos pequeños, de 4 y 2 años respectivamente, como mi esposa se encontraba ya en LA, viajé sólo con los chicos, lo cual fue una odisea y me mantuvo con el stress y la preocupación de no descuidarme ni un segundo en el cuidado y la atención de mis hijos, pero cuando la sobrecargo explicaba las instrucciones y yo veía a mis hijos, imaginando que haría en el supuesto caso de que cayeran las mascarillas, en ese momento, me vino a la mente la necesidad de reflexión, ya que sería grande la tentación de hacerlo al revés, atendiendo primero a los pequeños.
Considero que debemos tomar ésta reflexión para extrapolarla a nuestra vida en todos los ámbitos y comprender que no podemos ofrecer lo mejor de nosotros, si no estamos bien, no podemos dar nada de calidad a los nuestros, si nosotros no estamos llenos para dar, que si somos felices nosotros, más fácil lo serán quienes nos rodean.
Para ello hay que amarnos y cuidarnos mucho a nosotros mismos, antes que a nadie, incluso que a nuestros propios hijos, ello no quiere decir que no los cuidemos y no nos hagamos responsables de ellos, hasta que, con nuestro apoyo logren su independencia, pero no será a través de la sobreprotección que lo harán, ni descuidando nuestra persona por anteponer los intereses de todos los demás.
Me parece que uno de los errores más grandes que cometemos en la vida, el vivir para otros y eso es algo muy común en la actual generación de padres. Es momento de reflexionar cómo estamos viviendo nuestras vidas y que sin culpas, ni remordimientos, comencemos a preocuparnos de nosotros mismos, de nuestro desarrollo y felicidad; en verdad te invito a reflexionar y a tomar una decisión: «Ponte la mascarilla».
Carlos me encanto este tema, amarnos para poder amar!! no es tan dificil, pero la realidad damos mas al otro que a nosotros mismos, nos olvidamos de nosotros…..saludos!!!
Hola Irma
Gracias por el comentario! Siempre bienvenido y a ponerse la mascarilla!
De acuerdo
gracias por tu recomendación, me encantó y cuanta razón tienes, prometo ponerlo en práctica.
Pilares: es un gusto poder compartir y aportar, así que a ponerse la mascarilla. y en relación a dejar las cosas para después, también es importante hacer lo que creas que te gustaría hacer , pero lo vas a dejando para otro momento, es importante empezar y a veces con los hijo funciona más una pinta que mil descoloridas, el día que yo les hablé amoroso , pero fuerte a mis hijas cambió la relación
te mando u fuerte abrazo