Estoy convencido de que la cercanía entre las personas la define la afinidad de almas y no la cercanía física, ni la frecuencia con la que las personas se relacionan; ya que existen muchos casos en los que la cercanía física y la frecuencia pueden ser mucha, pero no se da entre ellos ni la confianza, ni la complicidad que se requiere para lograr una afinidad, lo que algunos llaman «química».
Me gusta observar a la gente y sus reacciones. Como se relacionan, en muchas ocasiones tienen una cercanía extrema por diferentes vínculos y sin embargo, me impacta ver la lejanía de sus almas y no deja de sorprenderme como puede tanta gente convivir de esa manera.
Veo con frecuencia matrimonios que viven juntos, comparten responsabilidades y son digamos «socios de familia»; muchos de ellos comparten responsabilidades con relación a los hijos, la casa – léase que mencioné casa y no hogar- incluso, a veces, son socios en un negocio familiar, pero de ahí a compartir en pareja hay un abismo y aún se hace mayor la diferencia si lo llevamos a «vivir enamorados», el cual, desde mi punto de vista, es el máximo reto en la relación de pareja, sobre todo a partir de la convivencia diaria y más cuando llegan los hijos.
Esto de la afinidad y cercanía de las Almas es una idea que surge no sólo de observar las relaciones de pareja, también con los compañeros de trabajo, amigos, demás familiares y con todas las personas que nos relacionamos.
El tema de la amistad merecería todo un tratado para tocar la gran diversidad de situaciones que pueden influir en ello, por lo que en ésta ocasión lo voy a dejar de lado.
En el trabajo a veces es verdaderamente complicada la convivencia, sobre todo en las altas esferas de las empresas en donde el trabajo implica liderazgo, definición y negociación. Cuando la gente se acostumbra a dirigir para obtener resultados y por situaciones propias del trabajo, se relacionan personas que coinciden en determinada situación y ambos están ubicados en sus propias esferas o cotos de poder, es aquí, donde el criterio y la inteligencia más se requieren; no sólo para llevar la fiesta en paz, sino para verdaderamente sumar y aportar haciendo trabajo en equipo, creando sinergía, en vez de tratar de imponer nuestra voluntad y desgastar al equipo, sin obtener los resultados esperados para el bien de la organización.
Pero ésta situación se observa no sólo entre Directivos, frecuentemente observo la relación que tiene gente que cuenta con asistente personal o secretaria y con algunas otras personas de apoyo, como un chofer, que en el caso del chofer pudiese ser más entendible, pero lo que observo es en relación al trato que dispensan y la relación que construyen con sus asistentes personales; es sorprendente como aún cuando la gente tiene que depositar gran confianza en una persona para el manejo de cosas y situaciones de gran trascendencia, mantienen una especie de distancia para salvaguardar, en mi opinión, una posición que desde mi punto de vista no es lo más recomendable, ya que, siempre será infinitamente más fácil la relación laboral y se creará un vínculo de mayor fidelidad, si se logra una confianza y una cercanía más del interior y no de manera superficial.
Pero el meollo de la reflexión es que me parece que la forma en la que observo se construyen y se mantienen esas relaciones, las cuales en ocasiones son de muchísimos años, no me hace sentido. En lo personal pienso que esa incongruencia viene claramente del gran temor que tiene la mayoría de la gente de sentirse al descubierto; ese temor a bajar el caparazón que han construido para «blindar su alma». Un temor a ser lastimado que me parece que lejos de ayudar a la gente, no le deja fluir y la aleja de su verdadera naturaleza y razón de ser que es el amor y que tristemente lo excluye cada día más de experimentar el Amor Universal.
Si no dejamos que nuestra alma se acerque a otras almas, ¿Cómo vamos a fluir? ¿Cómo vamos a experimentar el cariño y el amor de tanta gente maravillosa que tenemos cerca? Y que si están físicamente cerca, pero en realidad están tan lejos.