Hace unos días leí en una reflexión que llamó poderosamente mi atención. Hablaba sobre la muerte de una rana.
El artículo decía que las ranas no son de los animales mas listos dentro de la fauna que puebla la naturaleza, y como todos los animales que están en la parte baja de la cadena alimenticia, tienen muchos depredadores acechándoles, han desarrollado un avispado instinto de supervivencia.
No obstante, resulta curioso comprobar que si echas una rana a una cazuela con agua ardiendo, ésta salta inmediatamente para intentar salir lo más rápido que pueda y con los menores daños posibles.
En cambio, si la echas en una cazuela con agua templada, la rana no salta sino que se acomoda en el fondo de la cazuela y se queda allí.
Si pones la cazuela a fuego lento y el agua se va calentando, la rana no se mueve, si no que se va aclimatando y se queda tranquila,
La rana tiene la habilidad de ajustar su temperatura corporal. Por eso, cuando se va calentando el agua ella simplemente hace ajustes a su temperatura, y se mantiene ajustándola conforme va aumentando la temperatura del agua.
Justo cuando el agua está a punto de alcanzar el punto de ebullición, la rana, decide saltar, porque ya no puede atemperarse más, pero ahora ya es incapaz de hacerlo porque ha perdido toda su fuerza adaptando su temperatura corporal.
Muy pronto la rana muere.
La gran pregunta es: ¿Qué mató a la rana?
Mucha gente dirá: “A la rana la mató el agua hirviendo.” Me parece que no es así. Lo que realmente mató a la rana fue su propia incapacidad para decidir cuándo saltar.
Hay momentos en los que necesitamos hacer frente a la situación y tomar las acciones apropiadas antes de estar incapacitados para saltar.
No deja de ser alarmante la similitud que existe entre esta situación y la que sufrimos muchos seres humanos en muchas y diversas situaciones.
Es vital que no nos pase lo que la rana… aclimatándonos hasta el punto de que cuando decidimos saltar, ya es imposible.
¡Decidamos cuándo saltar!
Si permitimos que la gente nos explote física, emocional, financiera, espiritual o mentalmente continuarán haciéndolo. Podríamos poner miles de ejemplos de ello.
Simplemente como ciudadanos, todos los capitalinos estamos hartos del abuso del gobernador, pero seguimos aclimatándonos a que nos suban y suban la temperatura del agua.
Todos sabemos (científicamente comprobado por diversas fuentes autorizadas) que el parque vehicular en su totalidad no llega al 20% como causa de la contaminación.
Decretar un “no circula”, no alcanza a resolver el 4% y un “doble no circula”, no resuelve ni el 8% de la contaminación. Lo cual indica que prohibiendo la circulación del 40% de los vehículos, quedará por resolver el 92% de la contaminación. Sin contar con que los vehículos que más contaminan son los públicos.
Esa simple medida a mí en lo personal me afecta en mis negocios proporcionalmente a la reducción que hacen de los vehículos, es decir, un “no circula” me afecta el 20% de mis ingresos y, un “doble no circula”, el 40%.
Me pregunto ¿a cuántos más no afecta de la misma manera? ¿Estará consciente este individuo que está matando la de por sí deprimida economía de la Ciudad de México?
Pero eso sí vemos bloqueos absurdos, obras abandonas y mal organizadas, pésima coordinación de semáforos, marchas autorizadas o al menos toleradas sin la mínima reacción de la autoridad, foto-multas ilógicas, un nuevo reglamento de tránsito pésimamente mal planeado o incluso me atrevo a decir malintencionadamente mal planeado… y nosotros, los ciudadanos, seguimos como la rana, aclimatándonos al son que nos toquen según los antojos o intereses del gobernador.
Nos prometió el presidente reducir substancialmente el numero de congresistas y a cambio sólo vemos gente incapaz de irse a dormir al congreso y levantar la mano como borregos por lo que les diga su partido, ya sea concertado entre todos los partidos o no, como por ejemplo cuando rechazaron aprobar la ley anticorrupción (Ley 3 de 3).
Esto nos ocurre porque los ciudadanos nos hemos acostumbrado al agua tibia y no ponemos un alto cuando cuando nos van subiendo la temperatura del agua.
No se trata de conseguir un poco de agua fría para echarle a la cacerola, comprando un auto más en el ejemplo del no circula y no se trata solamente de quejarnos del abuso, se trata de saltar a tiempo. Antes de que sea demasiado tarde.
Esto nos pasa en lo personal y en lo colectivo. Nuestro sistema nervioso colectivo es como el de la rana. A veces necesitamos una sacudida repentina antes de cobrar consciencia del peligro.
Es propio de la naturaleza humana tardar en entender todos los hechos.
Pero llega el momento de la verdad y es cuando hay que reaccionar.
Saltemos mientras tengamos la fuerza. Tenemos que estar conscientes de que:
“Nadie va a saltar por nosotros”
Carlos Molinar