La alegría de ser un eterno aprendiz

Mi abuelo materno fue alguien muy importante en mi vida, y murió cuando yo tenía 15 años. Él me heredó su biblioteca y es posible que lo haya hecho porque siempre le dije que quería ser abogado, como él. Muchos años después me di cuenta de que estudié leyes más por la influencia que ejercía en mí y por la admiración que le tenía, que por la carrera misma.

En una ocasión, al acomodar unos libros, me encontré una credencial de la UNAM en la que mi abuelo se había inscrito a un curso de doctorado. Lo que realmente me llamó la atención es que lo había hecho a la edad de 74 años. Una vez más mi abuelo me sorprendía y me daba una enseñanza digna de tomar como ejemplo.

Esa idea que de alguna manera me dejaba ver mi abuelo no era totalmente clara en ese momento, pero sí me dejaba vislumbrar que nunca había que dejar de buscar el conocimiento.

Esto fue algo que siempre se quedó latente en mi interior, sin lograr todavía una conclusión, y fue un poco más  tarde, cuando lo asocié con una frase que me golpeó y que se usa mucho en metafísica –para señalar que para poder seguirnos desarrollando como persona y no terminar por cristalizarnos, “es necesario mantenerse enseñables”–, cuando verdaderamente entendí el mensaje de mi abuelo.

Esto es una regla que me parece debe prevalecer para toda persona y hasta el último de nuestros días. Lo paradójico es que mientras más aprendemos, más debiésemos mantener el deseo y el hambre por aprender, lo cual no todas las personas entienden, ya que apenas aprendemos algo y nos nace instintivamente el deseo de convertirnos en maestros. Sin embargo, debemos estar conscientes que en realidad nunca se deja de aprender.

Bien dicen los masones que “el maestro vive en los zapatos del alumo”, lo cual he comprobado cada vez que tengo la oportunidad de dar una conferencia. Simplemente al prepararla, pero sobre todo al darla, termina uno aprendiendo más que los que asisten a escucharla. Por esto, además de dejarnos una enseñanza en relación con el resultado del proceso en sí, debemos entender que una de las grandes alegrías de la vida está en el gozo por aprender.

Al final del día, y tal como le dije a mi abuelo, estudié leyes, pero no me considero un abogado y, por ello me dediqué a una profesión (la de asegurador), que desde mi personal punto de vista me da muchas, muchas satisfacciones y ningún mal sentimiento, en la cual llevo 30 años aprendiendo todos los días algo nuevo. Quizás eso sea una de las cosas que me enamora de mi trabajo y de las cosas más bellas que te ofrece: el aprender algo nuevo todo el tiempo.

Si hoy tuviese la oportunidad de preguntarle a mi abuelo cuál sería la enseñanza que trató de darme a través de ese detalle, quizás me respondería que debemos vivir no sólo con la humildad de mantenernos enseñables, sino esforzándonos por comprender el gozo que significa la alegría de ser un eterno aprendiz.

The joy of being an eternal apprentice

My maternal grandfather was a very important in my life, and died when I was 15. He inherited his library and I may have done it because I always said I wanted to be a lawyer like him. Many years later I realized that more laws studied its influence on me and the admiration for him, that the race itself.

On one occasion, to accommodate some books, I found a credential from the UNAM in which my grandfather had enrolled in a doctorate course. What really struck me is that I had done at the age of 74. Once again, my grandfather surprised me and gave me a decent education to take as an example.

This idea that somehow let me see my grandfather was not entirely clear at the time, but let me glimpse that he had never to stop seeking knowledge.

This was something that was always latent within me, still lacked a conclusion, and it was a little later, when he teamed up with a phrase that struck me and that is widely used in metaphysics – to signal for further developments as a person and not end to crystallize, «we must remain teachable» – when we truly understand the message of my grandfather.

This is a rule that I think everyone should prevail until the last of our days. The paradox is that the more we learn, the more we should maintain the desire and hunger to learn, which not all people understand, because we learn something and we just born instinctively desire to become teachers. However, we must be aware that never really stop learning.

Well Masons say that «the teacher lives in the shoes of the student,» which I have found whenever I have the opportunity to give a lecture. Just to make it, but above all to give it ends up learning more than one attending to listen. Therefore, let’s also an education in relation to the outcome of the process itself, we must understand that one of the great joys of life is the joy of learning.

At the end of the day, and as I told my grandfather, studied law, but do not consider myself a lawyer and therefore I devoted myself to a profession (the insurer), which from my personal point of view gives me many, many satisfactions and no bad feeling, which took 30 years learning every day something new. Maybe that’s one of the things I love about my job and most beautiful things that you: to learn something new all the time.

If today had the opportunity to ask what would be my grandfather who tried teaching me through this detail, I might reply that we live not only with the humility to keep teaching, but to strive to understand the joy that means the joy of be an eternal apprentice.

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